domingo, 29 de agosto de 2010
Fotos de la sesión del 24-27 de agosto Curso Introducción a la Arqueología Subacuática 2010.
Fotos Sesión.
Las hemos puesto en un album de picassa , así son más comodas de ver .
Link : http://picasaweb.google.es/Actuacionintegral/SesionDeAgosto24272010#
Las hemos puesto en un album de picassa , así son más comodas de ver .
Link : http://picasaweb.google.es/Actuacionintegral/SesionDeAgosto24272010#
domingo, 22 de agosto de 2010
Un sonar ofrece nuevas imágenes del navío Rayo hundido en Doñana
(Huelva Información)
Participó en la batalla de Trafalgar, cañoneado y desarbolado llegó a la desembocadura de Guadalquivir donde quedaría para siempre
El navío Rayo construido en La Habana en 1749 se encuentra hundido en las costa de Doñana. Se trata de uno de los barcos de la armada francoespañola que participaron en la batalla de Trafalgar el 31 de octubre de 1805, quedando después desarbolado y encallado en Arenas Gordas. Hoy está perfectamente localizado a 300 metros de la orilla y a sólo siete metros de profundidad, según ha podido comprobar el equipo del arqueólogo subacuático Claudio Lozano.
Ahora, a demás, se ha podido constatar la presencia del yacimiento arqueológico que supone el navío Rayo gracias aun sensor de barrido lateral, en un programa organizado por la Universidad de Huelva en el que han participado el Grupo de Investigación de Geología Costera, formado por José Borrego y Juan Antonio Morales, conjuntamente con el arqueólogo subacuático Claudio Lozano.
Es un sistema de impulsos acústicos a través de un sensor que se diseñó hacia los años cincuenta para la teledetección de submarinos y para usos oceanográficos y geológicos. Actualmente el sistema se encuentra muy desarrollado. Supera la detección óptica convencional y puede utilizarse en aguas frías, turbias y a altas profundidades. Cubriendo rangos de detección entre 25 metros y un kilómetro de ancho; ha servido para el descubrimiento de importante naufragios como el Mary Rose, el USS Monitor y el Titanic.
Ahora se ha aplicado con total éxito sobre los restos del navío Rayo, el primer buque español hallado de la batalla de Trafalgar y que descansa en aguas onubenses. "Es, además, la primera vez que se utiliza con un rotundo éxito en nuestra costa", como afirma Claudio Lozano.
El arqueólogo subacuático asegura que estas imágenes "han contribuido a completar la planimetría del yacimiento, a posicionar los restos de artillería del buque y a ver la dispersión de las piezas, entre ellas la localización del obús de rovira".
Claudio Lozano asegura que el proyecto se encuentra en su última fase y todos los resultados se presentarán en una memoria final a la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía.
Hay que destacar que al interés arqueológico de Rayo, para conocer y recuperar los elementos que lo formaba, se suma ahora el hecho de la celebración en 2005 del Bicentenario de la Batalla de Trafalgar, que tuvo lugar en octubre de 1805.
Fuente: http://galeonesbajoelmar.blogspot.com/
Participó en la batalla de Trafalgar, cañoneado y desarbolado llegó a la desembocadura de Guadalquivir donde quedaría para siempre
El navío Rayo construido en La Habana en 1749 se encuentra hundido en las costa de Doñana. Se trata de uno de los barcos de la armada francoespañola que participaron en la batalla de Trafalgar el 31 de octubre de 1805, quedando después desarbolado y encallado en Arenas Gordas. Hoy está perfectamente localizado a 300 metros de la orilla y a sólo siete metros de profundidad, según ha podido comprobar el equipo del arqueólogo subacuático Claudio Lozano.
Ahora, a demás, se ha podido constatar la presencia del yacimiento arqueológico que supone el navío Rayo gracias aun sensor de barrido lateral, en un programa organizado por la Universidad de Huelva en el que han participado el Grupo de Investigación de Geología Costera, formado por José Borrego y Juan Antonio Morales, conjuntamente con el arqueólogo subacuático Claudio Lozano.
Es un sistema de impulsos acústicos a través de un sensor que se diseñó hacia los años cincuenta para la teledetección de submarinos y para usos oceanográficos y geológicos. Actualmente el sistema se encuentra muy desarrollado. Supera la detección óptica convencional y puede utilizarse en aguas frías, turbias y a altas profundidades. Cubriendo rangos de detección entre 25 metros y un kilómetro de ancho; ha servido para el descubrimiento de importante naufragios como el Mary Rose, el USS Monitor y el Titanic.
Ahora se ha aplicado con total éxito sobre los restos del navío Rayo, el primer buque español hallado de la batalla de Trafalgar y que descansa en aguas onubenses. "Es, además, la primera vez que se utiliza con un rotundo éxito en nuestra costa", como afirma Claudio Lozano.
El arqueólogo subacuático asegura que estas imágenes "han contribuido a completar la planimetría del yacimiento, a posicionar los restos de artillería del buque y a ver la dispersión de las piezas, entre ellas la localización del obús de rovira".
Claudio Lozano asegura que el proyecto se encuentra en su última fase y todos los resultados se presentarán en una memoria final a la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía.
Hay que destacar que al interés arqueológico de Rayo, para conocer y recuperar los elementos que lo formaba, se suma ahora el hecho de la celebración en 2005 del Bicentenario de la Batalla de Trafalgar, que tuvo lugar en octubre de 1805.
Fuente: http://galeonesbajoelmar.blogspot.com/
'Odyssey' presenta apelaciones y dice que los argumentos españoles son sólo "ficción"
La empresa pide que se anule la decisión del juez de Tampa de devolver el tesoro a España
Agencias / Madrid | Actualizado 20.08.2010 - 05:00
La empresa estadounidense Odyssey presentó el miércoles ante un tribunal de apelaciones de EEUU su respuesta al último informe de España sobre la propiedad del tesoro de monedas de oro y plata que la empresa norteamericana encontró en mayo de 2007 y que fue valorado en 500 millones de dólares.
En el documento, de 39 páginas, se pide que se anule la decisión del juez de Tampa (Florida) para que entregue al Estado español el tesoro y argumentan que la respuesta de España al caso Odyssey "aunque está bien escrita, es sólo ficción".
"El lenguaje incendiario que ha utilizado España en su respuesta ha servido para distraer de la verdad y de los temas realmente relevantes", señala Melinda MacConnel, vicepresidenta y consejera general de Odyssey.
En el documento, los responsables de Odyssey indican que los hechos han sido presentados en el Juzgado de una forma "cautivadora e interesante" y explican que quizás por ello el juez vio "inexactitudes" en muchas de las alegaciones presentadas. Entre ellas, declaran que entre los restos encontrados no había "ningún buque ni restos humanos" en el sitio donde localizaron al Cisne Negro. Igualmente, advierten que Odyssey actuó legalmente y de manera adecuada en la recuperación de las piezas del Cisne Negro.
Asimismo, alegan que España en los tribunales presentó una imagen de Odyssey como si fuera "cazadores de tesoros malvados" y los "villanos" que quieren robar "el sagrado cementerio" de los marineros españoles. En este sentido, señalan que La Mercedes estaba en una "misión comercial" en su último viaje -un hecho que anula legalmente la pretensión española de inmunidad-.
Fuente : http://galeonesbajoelmar.blogspot.com/
Agencias / Madrid | Actualizado 20.08.2010 - 05:00
La empresa estadounidense Odyssey presentó el miércoles ante un tribunal de apelaciones de EEUU su respuesta al último informe de España sobre la propiedad del tesoro de monedas de oro y plata que la empresa norteamericana encontró en mayo de 2007 y que fue valorado en 500 millones de dólares.
En el documento, de 39 páginas, se pide que se anule la decisión del juez de Tampa (Florida) para que entregue al Estado español el tesoro y argumentan que la respuesta de España al caso Odyssey "aunque está bien escrita, es sólo ficción".
"El lenguaje incendiario que ha utilizado España en su respuesta ha servido para distraer de la verdad y de los temas realmente relevantes", señala Melinda MacConnel, vicepresidenta y consejera general de Odyssey.
En el documento, los responsables de Odyssey indican que los hechos han sido presentados en el Juzgado de una forma "cautivadora e interesante" y explican que quizás por ello el juez vio "inexactitudes" en muchas de las alegaciones presentadas. Entre ellas, declaran que entre los restos encontrados no había "ningún buque ni restos humanos" en el sitio donde localizaron al Cisne Negro. Igualmente, advierten que Odyssey actuó legalmente y de manera adecuada en la recuperación de las piezas del Cisne Negro.
Asimismo, alegan que España en los tribunales presentó una imagen de Odyssey como si fuera "cazadores de tesoros malvados" y los "villanos" que quieren robar "el sagrado cementerio" de los marineros españoles. En este sentido, señalan que La Mercedes estaba en una "misión comercial" en su último viaje -un hecho que anula legalmente la pretensión española de inmunidad-.
Fuente : http://galeonesbajoelmar.blogspot.com/
Roban en un museo de Florida una barra de oro valorada en 420.000 euros
20/08/2010
Una barra de oro valorada en más de 420.000 euros y procedente de un galeón español hundido ha sido robada del museo de Florida donde se encontraba, ha informado la directora del centro, Melissa Kendrick.
La barra, de aproximadamente 2,1 kilos de peso y 28 centímetros de longitud, fue robada el pasado miércoles del Museo Marítimo Mel Fischer de la isla de Key West, situada en el sur de los cayos de Florida, informó Kendrick.
El vídeo de seguridad del museo muestra a dos personas sustrayendo el objeto. La Policía local y el FBI ya están investigando el caso, mientras que la dirección del museo ha anunciado que ofrecerá una recompensa de 10.000 dólares (unos 7.800 euros) para cualquier persona que ofrezca información valiosa para recuperar la barra.
A pesar de que en la actualidad el valor del oro no se encuentra lejos de su máximo valor alcanzado el pasado mes de julio, cuando se cobraba 1.266 dólares (998 euros) por onza, la barra sustraída vale sólo 550.000 dólares (429.000 euros) debido a que está mezclada con otros metales.
Mel Fischer, un cazador de tesoros submarinos fallecido en 1998, obtuvo la barra en 1980 procedente del galeón español Santa Margarita, que naufragó en las costas de Florida en 1622 a consecuencia de un huracán.
fuente :http://www.diariohuelva.com/
miércoles, 18 de agosto de 2010
lunes, 16 de agosto de 2010
IMPORTANTE : SESIÓN DEL 24 AL 27 DE AGOSTO.
Recordamos a nuestros alumnos que el viernes de esta semana ( día 20 ) se cierra el plazo y la inscripción de la sesión de agosto , para los interesados mandar la documentación a la asociación o entregarla en el centro de buceo BUCEONORTE.
Podéis enviarlo a :
buceo@buceonorte.com
actuacionintegral@gmail.com
Podéis enviarlo a :
buceo@buceonorte.com
actuacionintegral@gmail.com
Gracias
Volunteers grow coral to restore reefs
An underwater nursery grows staghorn coral, listed as threatened on the endangered species list.
Preventing the release of toxins that prohibit growth, Julian Sprung, marine biologist and author,
cleans algae from the concrete blocks where the coral grows. Above him, broken pieces of staghorn
coral grows on lines, waiting for the right moment to be planted on a reef. Ken Nedimyer is the
founder of the Coral Restoration Foundation, a non-profit project to restore coral to the depleted reefs off of Key Largo
(Carey Wagner, Sun Sentinel / August 7, 2010)
Thirty feet below the ocean a nursery of coral grows protected in concrete blocks.
Volunteers from Plantation based Florida Marine Aquarium Society and locals
work with work with Ken Nedimyer, the founder of the Coral Restoration Foundation,
to restore coral to reefs off of Key Largo.
(Carey Wagner, Sun Sentinel / August 7, 2010)
A hogfish swims past Pedro Riera of Fort Lauderdale, a volunteer from Plantation based Florida Marine
Aquarium Society, as he cleans algae from staghorn coral in the underwater nursery in 30 feet of water.
Riera says of cleaning coral, "It was great, I have an aquarium at home so it was like my own corals at
home, so it was fun to see my new friends as well, all kinds of various fish picking at the algae as it
came loose. But being out there in the world it was much bigger with a lot more water. I'd love to be
able to get more involved."
(Carey Wagner, Sun Sentinel / August 7, 2010)
Strings of staghorn coral grow faster hanging on lines in an ocean nursery, numbered and waiting for the right
moment to be planted on a reef.
(Carey Wagner, Sun Sentinel / August 7, 2010)
Permits allow 20 new genotypes of coral to be added to create diversity on the reef. These found broken
pieces are numbered and hang on lines for optimal survival in the nursery before being planted on the reef
with hopes of cross-fertilization.
(Carey Wagner, Sun Sentinel / August 7, 2010)
Volunteers from Plantation based Florida Marine Aquarium Society and locals work with work with
Ken Nedimyer, the founder of the Coral Restoration Foundation, as he ties broken coral to a line for
optimal growth in preparation to restore coral to reefs off of Key Largo.
(Carey Wagner, Sun Sentinel / August 7, 2010)
Coral broken off by a diver, shark or turtle is carried to a site on Molasses Reef to be replanted.
(Carey Wagner, Sun Sentinel / August 7, 2010)
Julian Sprung, marine biologist, author, long-time member of FMAS and co-founder of Two Little Fishies
aquarium products, uses tools to scrape clear a new home for a small bit of staghorn coral.
(Carey Wagner, Sun Sentinel / August 7, 2010)
A staghorn coral only a few centimeters long is planted on Molasses Reef with marine epoxy.
(Carey Wagner, Sun Sentinel / August 7, 2010)
Over a dozen volunteers gather and disperse to plant coral. The Coral Restoration Foundation has a
government grant only until the end of 2011. They are trying to gain community support to keep the project going.
(Carey Wagner, Sun Sentinel / August 7, 2010)
Ken Nedimyer, the founder of the Coral Restoration Foundation, monitors staghorn coral off Molasses Reef.
Nedimyer says of the coral he helps restore to depleted reefs, "Everyone of them is one of my little children.
I love them. It's something that I thought I'd never see again. To see it and have a part in bringing it back is
really, really rewarding."
(Carey Wagner, Sun Sentinel / August 7, 2010)
A diver swims away from Molasses Reef after a staghorn coral planting. Ken Nedimyer observed about
1,500 of the threatened coral growing on this reef, having started from only six coral about seven years
ago. He says of the success, "I feel like I have value now, like my life has purpose."
(Carey Wagner, Sun Sentinel / August 7, 2010)
Certified SCUBA divers are encouraged to volunteer with the Coral Restoration Foundation at http://www.coralrestoration.org.
(Carey Wagner, Sun Sentinel / August 7, 2010)
South Florida Sun-Sentinel
jueves, 12 de agosto de 2010
ARCHEOSUB – LE ANFORE (prima parte)
A cura di Ivan Lucherini
Quanti subacquei hanno desiderato, desiderano, ritrovare nelle loro immersioni i resti di un antico legno, e in questo, un cumulo di anfore che riposano da secoli a testimoniare un naufragio nel mare periglioso degli antichi navigatori? Quanta passione, voglia di conoscere, curiosità, c’è nell’osservare una anfora, un frammento di essa, un ansa, un collo, un puntale?
E ancora: cosa sono le anfore? Come riconoscerle ed identificarle? Come ci possono aiutare a ricostruire gli eventi che sono accaduti durante quel naufragio?
Ma cos’è nella sostanza un anfora? Semplicemente un vuoto a perdere, come tanti che usiamo anche nella nostra epoca, come bottiglie di plastica, cartoni tetrapack, scatole di latta. Un contenitore cilindrico in ceramica cotta in forno, poco depurata, con anse per agevolarne il trasporto, collo più o meno lungo, a volte anche assente – soprattutto nelle forme fenicie e puniche – orlo superiore, che ci aiuta a riconoscerne la forma e puntale per consentirne l’impilaggio nella stiva della nave o l’infissione nella sabbia e in terreni morbidi.
L’anfora veniva plasmata, assemblata e cotta nei pressi del luogo di produzione del bene che conteneva, vino, olio, salsa di pesce, carne macellata o frutta; arrivata a destinazione, dopo essere stata svuotata del suo contenuto, poteva essere riutilizzata, a volte nelle sepolture[1], come contenitore di oggetti vari[2], frantumata e impastata per la creazione di pavimentazioni[3]. Possiamo quindi tranquillamente dire che la cultura del riutilizzo e del riciclaggio non è concetto moderno di cui possiamo vantare una primogenitura. Perché allora, essendo un bene senza valore, un anfora riveste tanta importanza per l’archeologia subacquea, sopratutto se studiata nella sua originale giacitura? Lo studio dei bolli impressi sull’argilla prima della cottura, la lettura dei tituli picti[4], l’interpretazione delle immagini impresse sul tappo dell’anfora, rappresentano per l’archeologo una fonte incredibile di informazioni. Da questi dati è possibile risalire alla figlina che l’ha prodotta, sapere il nome del commerciante che aveva intrapreso quel commercio, conoscere il nome dell’armatore e collegare questi dati con altri simili, così da poter ricostruire delle vite, e con esse delle attività, immaginare l’ardimento di questi navigatori e condividerne le loro preoccupazioni. Ricostruire in sostanza una parte di quel puzzle della vita che rappresenta il nostro passato. Per questo motivo potrei scherzare dicendo: lasciatecele leggere e interpretare e poi fatene quel che volete, magari anche sfoggiarle nel vostro salotto.
L’archeologia da tempo ha utilizzato lo studio morfologico, la classificazione per tipologie, l’analisi scientifica e archeometrica sui resti e frammenti di anfore o anfore intere per identificarne i luoghi di produzione, le merci trasportate, le rotte seguite dalle navi che caricavano questi contenitori ceramici. Il primo classificatore di anfore fu H. Dressel che studiò precipuamente questi contenitori, concentrando il suo lavoro nell’analisi dei materiali risalenti al periodo in cui si costituì e si sviluppò l’Impero Romano, ovvero dal III-II secolo a.C. al II-III d.C., ovvero dallo scontro con Cartagine, alla prima tetrarchia di Diocleziano.
Egli lavorò prevalentemente analizzando i frammenti di anfore che, nell’accumularsi in una discarica a cielo aperto a Roma, costituirono quello che poi i romani chiamarono monte Testaccio, una vera e propria collina artificiale formatasi con i resti di scarto, soprattutto nella forma Dressel 20, delle anfore che giungevano nella capitale e che qui, dopo essere state svuotate del loro contenuto, venivano eliminate. Egli elaborò una classificazione, che prese il suo nome con 45 tipi e forme diverse. Pur essendo questo lavoro datato e nonostante tutte le modifiche successivamente apportatevi dallo sviluppo della ricerca, la classificazione di Dressel rimane un passaggio fondamentale e un contributo importante nella classificazione dei contenitori anforari nel bacino occidentale del Mediterraneo.
Molti altri studiosi dettero il loro nome ad altri tipi di forme come Almagro, Lamboglia, il padre dell’archeologia subacquea italiana, e poi Pélichet, Beltràn, Ramon, Bartoloni. Mai nessuno riscosse tuttavia, fra il pubblico degli addetti ai lavori e dei semplici appassionati una fama, in questa branca dello studio storico, come quella di H.Dressel.
L’esigenza di trasportare il surplus dei prodotti che l’agricoltura produceva divenne sempre più pressante via via che tali prodotti, ma soprattutto gli sviluppi della tecnologia, aumentavano. L’anfora nel tempo si evolse da semplice contenitore a fondo piatto, alle forme che conosciamo, studiate per essere caricate sulle imbarcazioni e quindi con un puntale, per essere impilate fra loro o piantate sulla sabbia all’arrivo della nave nel luogo di destinazione. La logica dello scambio e del commercio, spinse alcune popolazioni a intraprendere navigazioni costiere nel Mediterraneo, alla ricerca delle materie prime di cui le loro terre erano prive.
Per ingraziarsi la benevolenza dei re, nelle terre visitate, era necessario portare doni, che significassero la considerazione con cui questi navigatori tenevano il potente del luogo e fra i doni, i più ambiti erano i crateri di bronzo o di ceramica dipinta per il vino, liquido elemento che mischiato con acqua e aromi naturali quali il miele, era il principale ingrediente del simposio, la riunione degli uomini, dopo la cena, dove si chiacchierava, o si ascoltavano gli aedi cantare le gesta degli eroi; il vino che ottenebrava la mente, prima del sonno e della notte.
Nacque così il commercio emporico del Mediterraneo, nell’evoluzione del rito del dono e dello scambio, nel secondo millennio prima di Cristo e si sviluppò costantemente, fino alla definitiva strutturazione, nella massima espansione dell’Impero Romano. Le fonti storiche, prevalentemente greche, ci parlano dei popoli del vicino oriente, aramei, filistei e fenici che furono tra i primi, dopo l’invasione dei popoli del mare, a percorrere le rotte verso occidente. Siamo nei secoli a cavallo fra la fine del secondo millennio a.C. e gli albori del primo a.C. Gli storici definiscono questo periodo “precoloniale” ovvero il tempo in cui i popoli, navigando spinti dalla necessità, indagavano il mare Mediterraneo occidentale e le sue coste spopolate o abitate da genti non particolarmente bellicose con cui iniziare lo scambio di merci e porre le premesse della vasta colonizzazione greca e fenicia che fu la protagonista del periodo che va dall’ VIII al VI secolo a.C.
Conosciamo così le anfore fenicie nelle sue forme orientali e delle costituite colonie occidentali in Africa, Spagna e Sardegna, e le anfore Greche della Magna Grecia, ma anche le etrusche e le marsigliesi.
In Italia i laboratori che si dedicavano di produzione delle anfore, chiamati figline (si legge come glicine, con la gl dura) produttrici dei contenitori per il vino, iniziarono a sfornare, il termine è quanto mai adatto, anfore, copiando di fatto, i modelli della Magna Grecia, producendo quelle che in seguito furono identificate dagli studiosi come anfore greco-italiche tarde, derivanti direttamente dai modelli prodotti nelle fiorenti colonie Greche in Puglia, Calabria e Sicilia progenitrici delle famosissime Dressel 1, ma qui siamo già arrivati al II secolo a.C. Ovvero nel momento in cui l’Impero Romano spicca il suo volo verso l’eternità….
(segue ./.)
[1] Moltissime anfore sono state ritrovate in necropoli in sepolture di persone di basso ceto
[2] Potrei citare il riutilizzo a Sant’Imbenia, villaggio nuragico nei pressi dell’odierna Alghero in Sardegna, di anfore inizialmente destinate al trasporto del vino poi riutilizzate come deposito di materiale da fonderia
[3] Si ricordi il cocciopesto romano
[4] Una sorta di etichetta eseguita con un pennello prima della partenza dell’anfora per la sua destinazione con indicazioni quali il prodotto contenuto, il nome dell’armatore della nave su cui avrebbe viaggiato, il nome del commerciante a cui apparteneva
ARCHEOSUB – LE ANFORE (seconda parte)
Quando nel 146 a.C. Roma al termine della terza guerra punica, rade al suolo Cartagine, la Città eterna è impegnata anche sul fronte orientale della Grecia per ottenere il dominio del Mediterraneo. La costruzione di un impero, come sarà quello romano, è cosa impegnativa e richiede grossi sforzi organizzativi. Migliaia di soldati e di coloni che si spostano per sostenere questo sforzo bellico e di occupazione stabile dei territori, richiedono consistenti approvvigionamenti di materiali e di provviste alimentari. Il vino prodotto nella penisola italiana, dalle fattorie condotte utilizzando la manodopera schiavile, proveniente dalle regioni conquistate, ormai assurge alla qualità e al prestigio che noi oggi riconosciamo ai vini DOCG a denominazione d’origine controllata e garantita e figura fra i prodotti più richiesti in tutti gli stanziamenti più esterni al costituendo impero. Siamo nella seconda metà del II° secolo a.C. e l’anfora greco italica, nata ad imitazione dei contenitori provenienti dalla patria del simposio, la Grecia, nella sua forma tarda viene soppiantata da un altro contenitore, più adatto al trasporto, maggiormente affusolato, anche leggermente più alto: l’anfora Dressel 1.
La cronologia di produzione e diffusione di questo importantissimo testimone del commercio mediterraneo, va dalla seconda metà del II° secolo a.C. a tutto il I° secolo a.C. e dimostra come il vino, prodotto nelle regioni centro italiche, sia apprezzato ormai in tutto il vasto territorio conquistato dai romani: dalla Gallia alla Gran Bretagna, dalla Spagna ai territori del centro Europa.
Dell’anfora Dressel 1 ne sono state classificate tre varianti denominate A, B e C che si distinguono fra loro per alcune differenze morfologiche. Tutti i tre tipi hanno corpo ovoidale, lungo collo e anse anch’esse lunghe, a bastone, che partono sotto l’orlo e poggiano sulla spalla, che nel tipo C è più arrotondata mentre nei tipi A e B mostra una più evidente carenatura. L’altezza media di queste anfore va dai 100 ai 120 centimetri. Risultano più basse le tipo A circa 100 centimetri rispetto ai tipi B e C che possono arrivare ai 120 centimetri. Questa forma di contenitore anforario prodotto nei territori della penisola italiana fu imitato da figline delle provincie romane della Betica, della Narbonese e della Tarraconese.
Nella penisola iberica nasce su un evoluzione della Dressel 1B, la Pascual 1 che, oltre alla associazione per il prodotto trasportato è accomunata, al tipo precedente, dal medesimo orlo a fascia verticale svasato. Quest’anfora è diffusa nel mediterraneo dalla metà del I° sec. a.C. alla metà del successivo. Fu prodotta, in origine, in centri situati lungo la costa nord orientale della penisola Iberica. Successivamente se ne produssero altri esemplari nel sud est della Gallia.
Gli archeologi, studiando la distribuzione dei bolli impressi sui contenitori da trasporto prodotti dalle fornaci della regione del basso Ebro, hanno potuto definire che le anfore del tipo Pascual 1 viaggiavano nello stesso periodo e nelle stesse stive delle navi che trasportavano anche anfore Dressel 2/4 e Dressel 7/11; in particolare la figlina dell’Aumedina, vicino a Tarragona, utilizzò il bollo “TIBISI” per identificare tutti e indistintamente i tre tipi di anfore, certamente destinate a trasportare diversi prodotti, vino per la Pascual 1 e la Dressel 2-4 e salse di pesce per la Dressel 7-11. La distribuzione geografica dei ritrovamenti delle anfore Pascual 1, allo stato attuale delle conoscenze, comprende il solo Mediterraneo occidentale, con attestazioni lungo la costa della Catalogna, nel golfo di Leòn e nell’Italia tirrenica; precisamente a Empuries, Port la Nautique, Fos, Marsiglia, Sainti Cyr sur Mer e Pompei.
Il rinvenimento di questi contenitori a Pompei è attestato anche da altri esemplari con bolli diversi, come “C.MVSSIDI NEP”, quest’ultimo rilevato anche su un esemplare messo in luce dagli scavi nei magazzini di Ostia, che va a completare, la presenza, fino ad oggi accertata, insieme ad un altra Pascual 1 con il bollo impresso “M.PORCI” anch’esso presente a Pompei, di questo tipo di contenitore anforario sul suolo italiano. Nelle figline presenti nella penisola italiana l’evoluzione delle Dressel 1 prende il nome, nella primigenia classificazione anforaria, di Dressel 2-4 anch’esse destinate al trasporto del vino.
Questa forma, leggermente più bassa della progenitrice, presenta una spalla carenata, collo cilindrico più corto che nella Dressel 1, anse bifide, a volte con gomito arrotondato. Questo tipo di anfora è prodotta nelle figline delle regioni italiane costiere del Tirreno a partire dalla seconda metà del 1° sec. a.C. E fino a tutto il 1° sec. d.C. La sua diffusione è prevalentemente nel bacino Mediterraneo occidentale, lungo le coste italiane, in Francia e Spagna.
Negli stessi anni di diffusione della Dressel 2-4, arriva dalla Betica, all’estremo sud della penisola Iberica, l’anfora Dressel 7-11. In verità il Dressel quando compilò la suo famosa classificazione riconobbe questo tipo di anfora in ben 5 modelli diversi. Successivamente l’evoluzione degli studi, raggruppò questi cinque modelli in cinque varianti dello stesso tipo di contenitore. Il prodotto trasportato erano le salse di pesce. La Dressel 7-11 presenta un corpo ovoidale con una rastrematura superiore o meglio un allargamento della parte inferiore del corpo stesso, puntale alto e vuoto, orlo estroflesso e a volte modanato. L’altezza era di circa 85/90 centimetri.
Il vino della Gallia meridionale viaggia fra il I° e il III° sec d.C. In anfore ceramiche con un puntale particolare che le rende certamente identificabili: le Pelichet 47, anche riconosciute con il nome di Gallica 4. Queste anfore con il corpo piriforme e rastremato verso il puntale, avevano un collo corto, un orlo ad anello e piccole anse con scanalatura mediana. Erano piccole, 60, 65 centimetri e adatte, per questo, anche a trasporto su chiatte o su carri.
Uno dei prodotti più diffusi, nel mercato gestito dall’autorità romana, era l’olio. Serviva per cucinare ma anche per illuminare. Nella logica del nascente impero dove, allora come oggi, in Italia, pane e circo erano necessità assolute, l’olio era un prodotto che non doveva mancare alle centinaia di migliaia di cittadini romani presenti nell’urbe.
Roma, dopo aver sconfitto Cartagine e dopo essersi impossessata nell’ordine della Sardegna, della Penisola Iberica e di quelle che diverranno le provincie africane, trova ovvia soluzione al problema: importare nella capitale tale prezioso elemento in quantità industriali. Arriva così nella capitale l’anfora Dressel 20. Diffusa dal I° al III° sec. d.C. in tutto il Mediterraneo occidentale è prodotta nella Betica e ha un altezza di circa 75 centimetri. Ha un corpo tozzo e rotondo, molto pesante, circa 23 chilogrammi a vuoto, un puntale appena accennato e collo breve.
Le anse sono a forma di bastone molto spesse, innestate da sotto l’orlo alla spalla. A Roma ne arriveranno talmente tante che i frantumi dei contenitori Dressel 20 a perdere formeranno negli anni una collina artificiale: il monte Testaccio….
La cronologia di produzione e diffusione di questo importantissimo testimone del commercio mediterraneo, va dalla seconda metà del II° secolo a.C. a tutto il I° secolo a.C. e dimostra come il vino, prodotto nelle regioni centro italiche, sia apprezzato ormai in tutto il vasto territorio conquistato dai romani: dalla Gallia alla Gran Bretagna, dalla Spagna ai territori del centro Europa.
Dell’anfora Dressel 1 ne sono state classificate tre varianti denominate A, B e C che si distinguono fra loro per alcune differenze morfologiche. Tutti i tre tipi hanno corpo ovoidale, lungo collo e anse anch’esse lunghe, a bastone, che partono sotto l’orlo e poggiano sulla spalla, che nel tipo C è più arrotondata mentre nei tipi A e B mostra una più evidente carenatura. L’altezza media di queste anfore va dai 100 ai 120 centimetri. Risultano più basse le tipo A circa 100 centimetri rispetto ai tipi B e C che possono arrivare ai 120 centimetri. Questa forma di contenitore anforario prodotto nei territori della penisola italiana fu imitato da figline delle provincie romane della Betica, della Narbonese e della Tarraconese.
Nella penisola iberica nasce su un evoluzione della Dressel 1B, la Pascual 1 che, oltre alla associazione per il prodotto trasportato è accomunata, al tipo precedente, dal medesimo orlo a fascia verticale svasato. Quest’anfora è diffusa nel mediterraneo dalla metà del I° sec. a.C. alla metà del successivo. Fu prodotta, in origine, in centri situati lungo la costa nord orientale della penisola Iberica. Successivamente se ne produssero altri esemplari nel sud est della Gallia.
Gli archeologi, studiando la distribuzione dei bolli impressi sui contenitori da trasporto prodotti dalle fornaci della regione del basso Ebro, hanno potuto definire che le anfore del tipo Pascual 1 viaggiavano nello stesso periodo e nelle stesse stive delle navi che trasportavano anche anfore Dressel 2/4 e Dressel 7/11; in particolare la figlina dell’Aumedina, vicino a Tarragona, utilizzò il bollo “TIBISI” per identificare tutti e indistintamente i tre tipi di anfore, certamente destinate a trasportare diversi prodotti, vino per la Pascual 1 e la Dressel 2-4 e salse di pesce per la Dressel 7-11. La distribuzione geografica dei ritrovamenti delle anfore Pascual 1, allo stato attuale delle conoscenze, comprende il solo Mediterraneo occidentale, con attestazioni lungo la costa della Catalogna, nel golfo di Leòn e nell’Italia tirrenica; precisamente a Empuries, Port la Nautique, Fos, Marsiglia, Sainti Cyr sur Mer e Pompei.
Il rinvenimento di questi contenitori a Pompei è attestato anche da altri esemplari con bolli diversi, come “C.MVSSIDI NEP”, quest’ultimo rilevato anche su un esemplare messo in luce dagli scavi nei magazzini di Ostia, che va a completare, la presenza, fino ad oggi accertata, insieme ad un altra Pascual 1 con il bollo impresso “M.PORCI” anch’esso presente a Pompei, di questo tipo di contenitore anforario sul suolo italiano. Nelle figline presenti nella penisola italiana l’evoluzione delle Dressel 1 prende il nome, nella primigenia classificazione anforaria, di Dressel 2-4 anch’esse destinate al trasporto del vino.
Questa forma, leggermente più bassa della progenitrice, presenta una spalla carenata, collo cilindrico più corto che nella Dressel 1, anse bifide, a volte con gomito arrotondato. Questo tipo di anfora è prodotta nelle figline delle regioni italiane costiere del Tirreno a partire dalla seconda metà del 1° sec. a.C. E fino a tutto il 1° sec. d.C. La sua diffusione è prevalentemente nel bacino Mediterraneo occidentale, lungo le coste italiane, in Francia e Spagna.
Negli stessi anni di diffusione della Dressel 2-4, arriva dalla Betica, all’estremo sud della penisola Iberica, l’anfora Dressel 7-11. In verità il Dressel quando compilò la suo famosa classificazione riconobbe questo tipo di anfora in ben 5 modelli diversi. Successivamente l’evoluzione degli studi, raggruppò questi cinque modelli in cinque varianti dello stesso tipo di contenitore. Il prodotto trasportato erano le salse di pesce. La Dressel 7-11 presenta un corpo ovoidale con una rastrematura superiore o meglio un allargamento della parte inferiore del corpo stesso, puntale alto e vuoto, orlo estroflesso e a volte modanato. L’altezza era di circa 85/90 centimetri.
Il vino della Gallia meridionale viaggia fra il I° e il III° sec d.C. In anfore ceramiche con un puntale particolare che le rende certamente identificabili: le Pelichet 47, anche riconosciute con il nome di Gallica 4. Queste anfore con il corpo piriforme e rastremato verso il puntale, avevano un collo corto, un orlo ad anello e piccole anse con scanalatura mediana. Erano piccole, 60, 65 centimetri e adatte, per questo, anche a trasporto su chiatte o su carri.
Uno dei prodotti più diffusi, nel mercato gestito dall’autorità romana, era l’olio. Serviva per cucinare ma anche per illuminare. Nella logica del nascente impero dove, allora come oggi, in Italia, pane e circo erano necessità assolute, l’olio era un prodotto che non doveva mancare alle centinaia di migliaia di cittadini romani presenti nell’urbe.
Roma, dopo aver sconfitto Cartagine e dopo essersi impossessata nell’ordine della Sardegna, della Penisola Iberica e di quelle che diverranno le provincie africane, trova ovvia soluzione al problema: importare nella capitale tale prezioso elemento in quantità industriali. Arriva così nella capitale l’anfora Dressel 20. Diffusa dal I° al III° sec. d.C. in tutto il Mediterraneo occidentale è prodotta nella Betica e ha un altezza di circa 75 centimetri. Ha un corpo tozzo e rotondo, molto pesante, circa 23 chilogrammi a vuoto, un puntale appena accennato e collo breve.
Le anse sono a forma di bastone molto spesse, innestate da sotto l’orlo alla spalla. A Roma ne arriveranno talmente tante che i frantumi dei contenitori Dressel 20 a perdere formeranno negli anni una collina artificiale: il monte Testaccio….
ARCHEOSUB – LE ANFORE (terza parte)
L’epilogo del I° millennio a.C. accompagna storicamente e politicamente Roma, nel passaggio dall’epoca repubblicana a quella imperiale. L’ultimo secolo di quel millennio, il I° a.C. è il teatro di furiose lotte per il potere e in questo scenario, delle gesta di personaggi mitici della storia dell’Urbe, primo fra tutti Gaio Giulio Cesare, eletto console per la prima volta nel 59 a.C. Al termine del suo mandato annuale, nel marzo del 58 a.C Giulio Cesare concepisce e attua, con l’avvallo del Senato di Roma, una politica imperialistica di espansione sistematica della città eterna verso i territori della Gallia, con escursioni in Britannia e nelle terre al di là del fiume Reno, oltre il confine naturale delle Alpi.
Dieci anni più tardi, al suo rientro in Italia, dopo le vittoriose campagne militari, assurge agli occhi del popolo romano all’ideale del leader, personaggio carismatico e fondamentale per il raggiungimento del benessere e della sperata pacificazione in tutte le province. L’assassinio nel 44 a. C. del dittatore acclamato solo pochi giorni prima, scatena una lotta senza quartiere che si concluderà solo dopo la battaglia di Azio del 31 a.C. con il figlio adottivo di questi, Ottaviano proclamato dal Senato di Roma, Augusto, primo imperatore.
Queste vicende si inquadrano nell’arco cronologico che va dalla distruzione di Cartagine operata nel 146 a.C. alla fine del primo secolo a.C., dove pressante e continua era la necessità della Repubblica prima, e dell’Impero poi, di appezzamenti di terreno da assegnare ai veterani-coloni che avevano combattuto nelle campagne militari di Roma. Il nascente Impero troverà nella provincia Africana ampio soddisfacimento a queste istanze.
In breve tempo, nel solo volgere di poco più di cento anni dal 146 a.C. al 27 a.C. anno in cui Ottaviano assurge alla carica di Augusto, l’ Africa vetus associata alla Numidia diverrà Africa Proconsolare, una nuova provincia, considerata a ragione, il granaio dell’Impero. La produzione agricola e alimentare delle province africane, a cui si sono nel frattempo, aggiunte la Mauretania Cesariense e Mauretania Tingitana, comprende oltre che i cereali che viaggiano verso la capitale, presumibilmente in sacchi, anche l’olio e le salse e derivati di pesce.
Le province africane invadono il mediterraneo, verso i ricchi mercati della capitale e in genere della penisola Italiana, con i loro prodotti di prestigio e l’ormai ambito e richiestissimo garum. I primi secoli dell’Era di Cristo vedono così fiorire, in queste province, la produzione dei contenitori ceramici per il trasporto dell’olio: parliamo delle Anfore Tripolitane conosciute in tre varianti. L’A. Tripolitana I attestata a partire dal I° secolo d.C. e fino alla metà del II°, ha corpo cilindrico con un altezza variabile dai 95 ai 110 cm., il collo troncoconico si innesta nel corpo con un deciso stacco, l’orlo è a doppio gradino, le anse sono a nastro e il puntale cavo.
L’argilla è color rosso arancio e presenta una spessa ingubbiatura chiara sulla superficie. L’A. Tripolitana II° si diffonde prevalentemente a livello regionale e si differenzia dalla precedente per un collo meno pronunciato, e le anse presenti direttamente sul corpo dell’anfora anziché sulla spalla; l’altezza è di 115 cm. ed è attestata la sua presenza fino a tutto il IV secolo. L’A. Tripolitana III ritorna ad avere le anse sulla spalla ad innestarsi al di sotto dell’orlo e vede, a differenza delle due precedenti, la sua diffusione in tutto il bacino del mediterraneo fino alle regioni dell’Europa centrale a partire dall’inizio del III° secolo e per tutto il IV°. Il 193 d.C. vede salire al ruolo che fu di Augusto, il primo imperatore africano: Settimio Severo.
Con la dinastia dei Severi Roma conosce una serie di distribuzioni gratuite di olio alla plebe nel corso del III° secolo, consentita anche dalla veicolazione di questo prodotto attraverso l’uso di anfore Africane nella variante definita -Africana Piccola- e in quella chiamata -Africana Grande-. Diffuse in tutto il bacino del mediterraneo occidentale dal II° al V° secolo d.C. questi contenitori erano fabbricati nella Byzacena e nella Zeugitana (grosso modo l’attuale Tunisia) gli archeologi ne hanno trovati in enorme quantità in moltissimi siti del mediterraneo occidentale.
L’africana Piccola o anche Africana I è alta circa 90/95 cm con un corpo cilindrico allungato, collo breve e orlo estroflesso, piccole anse a bastone appiattito dal collo alla spalla del contenitore e puntale cavo; l’argilla è rossa, tendente allo scuro, con sovente una ingubbiatura chiara all’esterno. L’Africana grande o Africana II differisce dalla sorella sopratutto per l’altezza che può raggiungere i 110 cm. Dall’inizio del IV° sec d.C.
Alla metà del V° dalle stesse zone di produzione delle Africane I e II vediamo la nascita delle Anfore cilindriche di medie dimensioni (classificazione Keay XXV, 1-3) sempre con corpo cilindrico, un collo più allungato delle precedenti, puntale più marcato, altezza di 100/110 cm con un’argilla rossastra e una ingubbiatura chiara. L’invasione Vandala dei territori africani a partire dalla prima metà del IV° secolo di fatto non produce un interruzione delle produzioni e delle esportazioni ma piuttosto un suo ridimensionamento e così assistiamo alla nascita delle particolarissime anfore chiamate Spateia, con un corpo assolutamente affusolato e collo e puntale allungati.
Queste anfore danno l’idea del ridimensionamento della necessità di trasportare grandi quantità di prodotto. Hanno un altezza molto variabile e si prestano per trasportare olio ma anche olive, conserve di pesce e vino. Sono diffuse dal IV° al VII° secolo sia nel bacino del mediterraneo sia nelle regioni Europee occidentali e orientali.
Termino questo terzo contributo sulle anfore da trasporto con una menzione speciale per il tipo Keay LII diffusa fra il IV° e il VII° secolo in molti centri del mediterraneo. Trasporta vino ed è prodotta nel meridione d’Italia, sopratutto in Calabria. Si caratterizza dalle sue ridotte dimensioni con un’altezza di soli 40 cm. corpo ovoide e fondo ombelicato, anse a sezione ovale a bastone e colori variabili dal beige rosato al marrone.
Scrivendo queste ultime due righe mi sono domandato: ma perchè proprio concludere con la Keay LII? Per due motivi, fondamentalmente. Il primo per fornire un attestato di gratitudine agli straordinari lavori di scavo della Cripta Balbi, in cui si sono trovati frammenti di queste anfore a testimoniare la presenza, ancora in una fase tardo antica e alto medievale, dell’esistenza di un commercio, sia pure in scala ridotta, del vino verso Roma, non più capitale di un grande impero ma ormai piccola cittadina di un mondo in vorticoso divenire. La seconda motivazione è assolutamente attuale: riconoscere un tributo ad una regione italiana, la Calabria, oggi tanto funestata dalle recenti vicende legate alle navi dei veleni.
Ovviamente l’excursus tipologico sulle anfore che sono circolate nel mediterraneo nei due millenni avanti e dopo Cristo non può esaurirsi in questi tre contributi. Penso alle late roman, ai dolia, alle anfore provenienti dal bacino orientale del mediterraneo nella tarda antichità e nel corso dell’alto medioevo. I lettori che volessero avere maggiori informazioni e ragguagli possono contattarmi per approfondimenti e chiarimenti, sarò lieto di scambiare con loro opinioni e raffronti.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)