En mayo de 2002 unos submarinistas aficionados tuvieron la suerte y el privilegio de vivir un momento mágico y emocionante. Hallaron los restos de un barco hundido en la bahía de Alicante, y decidieron comunicarlo a las autoridades. El descubrimiento de este tesoro fue el primer paso en una cadena de investigaciones hasta que, en el año 2005, el Taller de Imagen de la Universidad de Alicante editó este reportaje audiovisual realizado sobre los apasionantes trabajos de arqueología submarina realizados en un barco romano hundido a escasos 800 metros de la Playa de la Albufereta.
Recreación de naves romanas.
Esta excavación tuvo que realizarse con suma cautela, para evitar el expolio de estos restos por parte de cazatesoros y submarinistas desaprensivos con nuestra historia y patrimonio. La localización exacta nunca se publicó, y se mantuvo bajo un necesario control para evitar un desastre.
Todas las piezas se encontraban en un estado de conservación muy favorable, por lo que constituyó un importante resto arqueológico con el que comprender el funcionamiento del puerto comercial que existió en la albufera natural que existió junto a la ciudad de Lucentum y el Cerro de las Balsas.
Como bien se contó en este artículo sobre el origen de las poblaciones, es probable que Lucentum se ubicara precisamente en el Tossal de Manises de la Albufereta por su condición privilegiada, junto a un manantial de agua dulce que afloraba de la Serra Grossa, protegidos por la montaña, ubicados en lo alto para ver llegar al enemigo, junto a una fértil huerta, y especialmente, por estar junto a una laguna salada con comunicación directa con el mar, que por su profundidad, permitía la entrada segura de los barcos para amarrarlos en los muelles, y poder comerciar de un modo seguro (gracias a que nunca se urbanizó el barranco, los restos de este puerto aparecieron hace pocos años durante las últimas obras del encauzamiento del barranco de Orgegia-Juncaret en la desembocadura de la Albufereta).
Asímismo, en las rocas ubicadas junto al actual edifico Alfín y el Puerto Deportivo de la Albufereta, se crearon unos muelles de piedra para navíos de mayor porte que no podían entrar en la albufera.
Fotografías de la zona de rocas entre la Playa de la Albufereta y el Puerto Deportivo, en las que se aprecian los restos de rocas extraídas por la mano del hombre, y primitivas construcciones como muelles para embarcaciones. Este conjunto está totalmente abandonado, y pese a estar sometido a la erosión de las olas del mar durante miles de años, permanece todavía de un modo reconocible. Actualmente es un lugar idílico desde el que uno se puede sentar a ver la puesta del sol tras la ciudad, contemplando la bahía sentado junto al agua.
Mapa del Siglo XIX de la Albufereta, donde podemos ver a la derecha el Cabo de las Huertas y a la izquierda la Serra Grossa. En el centro, la albufera natural que se desecó al iniciarse el Siglo XX, y que sirvió de puerto natural para los barcos mercantes romanos. Los restos de los muelles primitivos se encontraron en las obras del encauzamiento del Barranco de la Albufereta hace pocos años.
Este puerto natural fue motor de crecimiento del municipio lucentino y sus predecesores íberos hasta que la laguna se fue colmatando de lodos provenientes de las avenidas periódicas de agua, que arrastraban grandes cantidades de sedimentos provenientes del interior, y que limitaron el calado de los barcos hasta impedir que entraran.Quizá este momento fue parejo con la crisis económica y la caída del Imperio Romano, que conllevó el traslado de la ciudad a las faldas del Benacantil, y el uso de la Playa del Baver como puerto y fondeadero de barcos mercantes hasta la creación del Puerto de Alicante.
Se tiene constancia de la existencia de la laguna durante el Siglo XIX como zona pantanosa y lacustre, similar a los humedales que encontramos en la Vega Baja, y ésta fue desecada al iniciar el Siglo XX para evitar la aparición de epidemias por el agua estancada.
Imaginemos el puerto de aquel municipio romano, fortificado y ubicado junto al mediterráneo, al que llegaban los barcos cargados de mercancías y materias primas, y desde el que salían los productos elaborados en nuestra huerta. Junto a los productos elaborados, llegaban la cultura, los conocimientos y las noticias del exterior. Fueron siglos y siglos, en los que durante la Antigua Roma y el Imperio, se extendió el comercio, la cultura, la lengua, la religión... y la vía de comunicación más importante y efectiva, a pesar de las importantes calzadas romanas, era la que aportaban las rutas marítimas.
Uno de aquellos barcos, cuya eslora se estima en 12 metros con una manga de 4 metros, un día cualquiera del Siglo I d.C. naufragó en una tfrente al embarcadero de la costa del paraje hoy conocido como Albufereta. Quizá arribando a puerto, quizá justo al partir... Seguro que aquél desastre no tuvo la trascendencia que aquellos cuyos ojos fueron testigos, pudieron imaginar. En aquél momento, el problema fue económico, y seguro que algún mercader perdió importantes sumas, por no hablar del destino del responsable del barco.
Pero aquello pasó, y el paso de los siglos fue haciendo que desapareciera del recuerdo...
Dos milenios después, la casualidad hizo que aparecieran sus restos, y aquél barco, congelado en el tiempo, llegó al futuro a contar esta historia a todos los alicantinos.
En 2003, tras la primera fase de extracción, los especialistas del COPHIAM, determinaron que se halla en un óptimo estado de conservación. La actuación arqueológica, según Pablo Rosser, permitió extraer la totalidad del mercante romano, que sesenta vasijas, varias de cenas de ánforas de aceite, parte de la bomba de achique, cestería, cordajes, redes, anzuelos y once lingotes de cobre, con un peso de 70 kilos. Además, se estimó que la posible causa del naufragio fuera una tormenta. Rosser confió en que su estudio de forma detallada permita descubrir nuevos datos sobre la vida en Lucentum hace 2.000 años.
También dijo que "es la primera vez que se realiza un estudio de este tipo en la Comunidad Valenciana porque nunca se ha excavado tan a fondo un barco romano. De hecho es la primera vez que se ha conseguido recuperar la carga que llevaba un pecio de estas características".
Navíos romanos grabados en monedas de la época. La importancia de los viajes en mar era tan grande que las naves desataban pasión y orgullo. Los largos viajes de las grandes rutas marítimas duraban años, y la sociedad de las ciudades costeras como Lucentum siempre tenía población viajando por el mar. Muchos de ellos nunca regresaban...
Los restos de El Guanche, nombre con el que se bautizó al pecio del siglo I que se dedicaba al comercio entre La Bética y la costa alicantina, se encuentran sumergidos y protegidos para evitar su deterioro. No obstante, Rosser afirmó que se va a realizar en breve una nueva prospección «para confirmar unos datos en torno a la estructura del maderamen». Dicho proyecto, que ya ha recibido el permiso de Patrimonio, lo llevará a cabo el Centro de Arqueología Subacuática con la coordinación del COPHIAM gracias a fondos europeos. «Más que excavación estaríamos hablando de una toma de datos», destacó el arqueólogo.
Probablemente, en el futuro estos restos puedan ser expuestos para que todos podamos imaginar ese Alicante de hace 2000 años en el MARQ de Alicante. Gracias a que gran parte de la superficie del casco del barco (se conserva una superficie de 8,60m x 2,70m) se quedó enterrado en arenas fangosas con un bajo nivel de oxígeno, podría recuperarse esta madera, siendo tratada previamente, para ubicarlo en el museo.
Asímismo, en la zona se ha determinado que existe un auténtico parque arqueológico submarino, ya que con las prospecciones para instalar el nuevo emisario submarino, se han hallado restos fechados entre el siglo IV a. C. y el V d. C.
Muchas naves buscaron en la playa alicantina refugio por las buenas condiciones del mar que ofrecía el lugar, aunque algunas, llegaban demasiado dañadas y antes de arribar, se hundían en las proximidades.
En la zona se han hallado más de 80 monedas de plata y vellón, y una posible de oro, con la impresión IMP CONTANTINI AUG, con la efigie del empereador laureado, y varios modelos de reversos, siendo el de mayor abundancia el de Genio Populi Romani (Genio con patera haciendo una libación)
Incluso siglos después, en la misma zona se produjeron hundimientos en los barcos que partían desde Alicante o se dirigían hacia su puerto. En el mismo 2005, se hallaron dos nuevos pecios (de los siglos XV y XIX) en la costa del Cabo de las Huertas (uno de ellos el primer barco lapidario hundido del que se tiene constancia hasta el momento en toda la Comunidad Valenciana).
Esto es una evidencia más de que los fondos marinos de la bahía de la Albufereta, son un gran yacimiento arqueológico que debería protegerse y vigilarse de un modo especial ante la posibilidad del expolio.
El descubridor de los dos navíos (lo que le da el derecho de ponerles nombre) fue Jorge Mora, un profesor asociado de la UA y aficionado al buceo. Fue el pasado abril cuando en el transcurso de una sesión de submarinismo en la zona se topó con los restos de ambos naufragios, que no se encuentran a mucha distancia entre sí, según explicaron a este diario los miembros del equipo multidisciplinar encargado de la excavación subacuática.
Mora dio rápidamente parte del hallazgo a la Guardia Civil, cuyo grupo de buzos se desplazó al lugar y balizó la zona, y también lo comunicó a la Conselleria de Cultura, quien a su vez se puso en contacto con el MARQ ofreciéndole tomar las riendas de la investigación. Los responsables del museo pensaron enseguida en el Taller de Imagen de la UA para el trabajo de reconstrucción virtual del barco.
El pecio del Siglo XIX transportaba láminas de pizarra, y el del Siglo X, transportaba sillares de piedra. Ambos estarían vinculados con la construcción.
En el barco medieval se encontraron diversos fragmentos de cerámica, como una perolita de cocina de pasta rojiza y con esmalte interno, aunque la carga principal del barco, y probablemente la clave del naufragio, son dieciséis grandes piedras sillares de formas no homogéneas (una mala colocación de la carga, exceso de peso, corrimiento de las piedras, o quizás por un temporal...).
El yacimiento se encuentra a unos ocho metros de profundidad, muy cercano al litoral y justo enfrente de lo que siglos atrás fue una cantera en la que todavía hoy quedan huellas de aquella actividad. Tras la investigación, se propuso la realización de un trabajo de investigación urbana para conocer qué edificio histórico de Alicante presenta en su construcción la misma técnica de piedra labrada y que fue, por lo tanto, el frustrado destinatario de esa carga hundida.
El barco, de 14 metros de eslora y un peso cercano a las 20 toneladas, transportaba un cargamento que no era para una gran travesía sino para una zona próxima.
Para poder acceder al maderamen del barco y excavarlo (está enterrado en un 90%), los buzos utilizaron grandes globos hinchables de 500 kg cada uno para desplazar los sillares unos centímetros, con una operación muy delicada (pues pueden hacer efecto ventosa con lo que esté debajo de los mismos.
Independientemente de si los restos podrán exponerse o no, la reconstrucción virtual sí que fue posible gracias al excelente trabajo del Taller de Imagen de la Universidad de Alicante, que montó una animación a partir de 400 fotografías digitales.
Navíos romanos grabados en monedas de la época. La importancia de los viajes en mar era tan grande que las naves desataban pasión y orgullo. Los largos viajes de las grandes rutas marítimas duraban años, y la sociedad de las ciudades costeras como Lucentum siempre tenía población viajando por el mar. Muchos de ellos nunca regresaban...
El Guanche tuvo que tener un aspecto similar al de estos barcos romanos.
Los restos de El Guanche, nombre con el que se bautizó al pecio del siglo I que se dedicaba al comercio entre La Bética y la costa alicantina, se encuentran sumergidos y protegidos para evitar su deterioro. No obstante, Rosser afirmó que se va a realizar en breve una nueva prospección «para confirmar unos datos en torno a la estructura del maderamen». Dicho proyecto, que ya ha recibido el permiso de Patrimonio, lo llevará a cabo el Centro de Arqueología Subacuática con la coordinación del COPHIAM gracias a fondos europeos. «Más que excavación estaríamos hablando de una toma de datos», destacó el arqueólogo.
Probablemente, en el futuro estos restos puedan ser expuestos para que todos podamos imaginar ese Alicante de hace 2000 años en el MARQ de Alicante. Gracias a que gran parte de la superficie del casco del barco (se conserva una superficie de 8,60m x 2,70m) se quedó enterrado en arenas fangosas con un bajo nivel de oxígeno, podría recuperarse esta madera, siendo tratada previamente, para ubicarlo en el museo.
Asímismo, en la zona se ha determinado que existe un auténtico parque arqueológico submarino, ya que con las prospecciones para instalar el nuevo emisario submarino, se han hallado restos fechados entre el siglo IV a. C. y el V d. C.
Las sospechas sobre la riqueza arqueológica que esconden las aguas de la bahía de la Albufereta se subestimaron, y con los últimos estudios subacuáticos desarrollado por la Consellería en 2005, se probó que el puerto de Lucentum fue el más importante que existió en Alicante desde el siglo II antes de Cristo hasta el final del Imperio Romano.
Tras las excavaciones que se hicieron en 2002 en el pecio "El Guanche", y los muelles portuarios de Lucentum que aparecieron tras las obras de acondicionamiento del barranco en 2005, se sabía que en las profundidades de estas aguas podía encontrarse más material portuario. Pero en ninguna de las cábalas que se hicieron, se esperaba un tesoro submarino como el hallado.
Según el arqueólogo que dirigió los trabajos de prospección, Carlos de Juan, "todas las rutas comerciales de la antigüedad hicieron parada en el puerto que se situaba en la Albufereta". El yacimiento submarino que posee más de 40 hectáreas y en el que se han hallado piezas fechadas desde el siglo IV antes de Cristo hasta el V d. C. En definitiva, un total de nueve siglos de historia portuaria.Entre los centenares de piezas (que está catalogando el MARQ y la Consellería) se encuentra un fragmento de vasija griega inscrita del siglo IV antes de Cristo, prueba fehaciente de que en época del comercio griego este puerto alicantino tenía mucha importancia. También se han hallado ánforas grecoitálicas, provenientes de la zona sur de Italia (siglo III antes de Cristo); fragmentos de ánforas de la Roma republicana, denominadas Dressel Uno, y otras del Alto Imperio. A esto se le unen restos de vajillas de cocina tanto de Italia como del África Romana (Túnez).
Asimismo, según el arqueólogo alicantino, existen indicios de nuevos naufragios que se deducen por el encuentro de clavos de hierro. Esto se debe a que cuando la madera no queda protegida bajo tierra, la madera la devoraban los xilófagos, dejando sólo los clavos como testigos. Además se hallaron restos de la comida de los barcos que atracaban en la Albufereta, que permiten arrojar datos sobre las dietas del momento.
Todos estos hallazgos, fruto de 150 catas de sondeo, prueban que la Albufereta era un puerto donde se comerciaba, se reparaba, se abastecía y se realizaban paradas de descanso.Asimismo, según el arqueólogo alicantino, existen indicios de nuevos naufragios que se deducen por el encuentro de clavos de hierro. Esto se debe a que cuando la madera no queda protegida bajo tierra, la madera la devoraban los xilófagos, dejando sólo los clavos como testigos. Además se hallaron restos de la comida de los barcos que atracaban en la Albufereta, que permiten arrojar datos sobre las dietas del momento.
Muchas naves buscaron en la playa alicantina refugio por las buenas condiciones del mar que ofrecía el lugar, aunque algunas, llegaban demasiado dañadas y antes de arribar, se hundían en las proximidades.
En la zona se han hallado más de 80 monedas de plata y vellón, y una posible de oro, con la impresión IMP CONTANTINI AUG, con la efigie del empereador laureado, y varios modelos de reversos, siendo el de mayor abundancia el de Genio Populi Romani (Genio con patera haciendo una libación)
Incluso siglos después, en la misma zona se produjeron hundimientos en los barcos que partían desde Alicante o se dirigían hacia su puerto. En el mismo 2005, se hallaron dos nuevos pecios (de los siglos XV y XIX) en la costa del Cabo de las Huertas (uno de ellos el primer barco lapidario hundido del que se tiene constancia hasta el momento en toda la Comunidad Valenciana).
Esto es una evidencia más de que los fondos marinos de la bahía de la Albufereta, son un gran yacimiento arqueológico que debería protegerse y vigilarse de un modo especial ante la posibilidad del expolio.
El descubridor de los dos navíos (lo que le da el derecho de ponerles nombre) fue Jorge Mora, un profesor asociado de la UA y aficionado al buceo. Fue el pasado abril cuando en el transcurso de una sesión de submarinismo en la zona se topó con los restos de ambos naufragios, que no se encuentran a mucha distancia entre sí, según explicaron a este diario los miembros del equipo multidisciplinar encargado de la excavación subacuática.
Mora dio rápidamente parte del hallazgo a la Guardia Civil, cuyo grupo de buzos se desplazó al lugar y balizó la zona, y también lo comunicó a la Conselleria de Cultura, quien a su vez se puso en contacto con el MARQ ofreciéndole tomar las riendas de la investigación. Los responsables del museo pensaron enseguida en el Taller de Imagen de la UA para el trabajo de reconstrucción virtual del barco.
El pecio del Siglo XIX transportaba láminas de pizarra, y el del Siglo X, transportaba sillares de piedra. Ambos estarían vinculados con la construcción.
En el barco medieval se encontraron diversos fragmentos de cerámica, como una perolita de cocina de pasta rojiza y con esmalte interno, aunque la carga principal del barco, y probablemente la clave del naufragio, son dieciséis grandes piedras sillares de formas no homogéneas (una mala colocación de la carga, exceso de peso, corrimiento de las piedras, o quizás por un temporal...).
El yacimiento se encuentra a unos ocho metros de profundidad, muy cercano al litoral y justo enfrente de lo que siglos atrás fue una cantera en la que todavía hoy quedan huellas de aquella actividad. Tras la investigación, se propuso la realización de un trabajo de investigación urbana para conocer qué edificio histórico de Alicante presenta en su construcción la misma técnica de piedra labrada y que fue, por lo tanto, el frustrado destinatario de esa carga hundida.
La antigua cantera del Cabo de las Huertas, de la que se extraían las rocas calizas y se cargaban directamente en los barcos que fondeaban en cerca, para transportarlas a las ciudades cercanas. Probablemente utilizarían los actuales salientes de roca a modo de muelles. Puedes localizarla en nuestro Mapa de Panoramio.
El barco, de 14 metros de eslora y un peso cercano a las 20 toneladas, transportaba un cargamento que no era para una gran travesía sino para una zona próxima.
Para poder acceder al maderamen del barco y excavarlo (está enterrado en un 90%), los buzos utilizaron grandes globos hinchables de 500 kg cada uno para desplazar los sillares unos centímetros, con una operación muy delicada (pues pueden hacer efecto ventosa con lo que esté debajo de los mismos.
Independientemente de si los restos podrán exponerse o no, la reconstrucción virtual sí que fue posible gracias al excelente trabajo del Taller de Imagen de la Universidad de Alicante, que montó una animación a partir de 400 fotografías digitales.
El proceso de excavación comienza con la delimitación y montaje del yacimiento. Primero, limpiando la arena que cubre los restos mediante unos tubos que, gracias a una motobomba, actúan a modo de aspiradora. Esta tarea se tiene que repetir al inicio de cada jornada de trabajo si la noche anterior ha habido viento. El siguiente paso es la fijación de un bastidor rectangular que, en su parte superior, posee unas cuadrículas que dividen visualmente los restos por cada metro cuadrado. De este modo se puede configurar un fotomosaico digital que da una visión completa del aspecto del yacimiento, ya que bajo el mar no se tiene la misma perspectiva de conjunto.
Hoy en día, en las aguas de la costa española, se calcula que hay más de 3000 barcos naufragados de todas las épocas. Este tesoro sumergido es de un incalculable valor, y se encuentra ante el peligro del expolio de los coleccionistas y de las empresas caza-tesoros, que buscan hacer negocio con el patrimonio de todos. Si pudiéramos lograr que se invirtiera en la recuperación de estos restos, podríamos escribir mucho mejor nuestra historia, y admirar los restos de estos navíos en museos de arqueología naval.
Fuentes:Bajo el Agua
Ancient Ships: the ships of antiquity
Galleria Navale
Commentariola Hispaniae
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Fuente: /http://www.alicantevivo.org
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