Miles de barcos, hundidos durante siglos con sus tesoros de oro y arqueología, esperan ser encontrados en el fin del mundo, frente a Chile, otro tránsito obligado de piratas, descubridores del nuevo mundo y acuñadores de monedas.
Unos 6.000 hundimientos están registrados, pero otros corresponden a embarcaciones y tripulaciones que, deseosas de anonimato, zarparon sin dejar rastro, como no fueran sus restos a la deriva.
La historia comienza con la pérdida de la "Nao Santiago", que capota el 22 de Mayo de 1520, cerca del Estrecho de Magallanes, cuando intentaba abrir paso a las expediciones españolas.
Luego vendrán, entre miles, el corso "Marigold", el crucero alemán "Dresden" y el tenaz "Ripplin Wave", que encalló cuatro veces en años distintos, antes de "esconderse" en el fondo del mar.
La mayoría de los naufragios ocurrieron en el Estrecho de Magallanes, hito que une el océano Atlántico con el Pacífico, la rada de Valparaíso y el archipiélago de Juan Fernández, atracadero habitual de piratas.
El corsario Francis Drake, el expedicionario Sarmiento de Gamboa, el capitán Robert Fitz Roy y Louis Bouganville recorrieron estos parajes, con más suerte que otros que resignaron su vida y riquezas.
Pocas regiones del mundo pueden exhibir tantos tesoros ocultos, y en algunos casos inaccesibles, como estas costas del sur del mundo.
Desde el descubrimiento del Estrecho de Magallanes en 1520, esta fue la ruta obligada entre Europa, América y las llamadas Indias. El flujo enorme de galeones y bergantines dejó inevitables naufragios y riquezas.
El reciente hundimiento y posterior rescate de parte de las toneladas de oro del buque "Polar Mist", en las contiguas aguas de Argentina, reabrió la vieja leyenda de los tesoros ocultos.
Las historias del oro escondido por sir Francis Drake en la herradura de Coquimbo, la leyenda de las toneladas de tesoros enterrados en la Isla de Juan Fernández y los datos de cientos de barcos provenientes de la rica Lima resucitaron la pasión de los cazadores de fortuna.
Todo avivado por una legislación que no impide la actividad, más bien la fomenta por falta de reglas.
Un buen ejemplo es el rescate del galeón español "Nuestra Señora del Buen Consejo y San Leopoldo", encontrado en 2005 y cuyo tesoro ubicado cerca de las costas del sur de Chile está valuado en unos 30 millones de dólares, que una empresa espera rentar.
Pero todo el oro del mundo, parte del cual será imposible rescatar con las tecnologías actuales, no logró superar jamás la leyenda del más austero de los naufragos del "Cinque Ports".
El inolvidable y entrañable mito del escocés Alexander Selkirk, inspirador de la primera novela inglesa, "Robinson Crusoe", del espía y comerciante Daniel Defoe.
A veces el oro lo es todo, aunque para rescatarlo haya que nadar entre ballenas, lobos marinos y pingüinos, en el fin del mundo, en la tierra que un día fue el único paso entre la Europa renacentista y el Nuevo Mundo.
Fuente: sensaciones.org
Unos 6.000 hundimientos están registrados, pero otros corresponden a embarcaciones y tripulaciones que, deseosas de anonimato, zarparon sin dejar rastro, como no fueran sus restos a la deriva.
La historia comienza con la pérdida de la "Nao Santiago", que capota el 22 de Mayo de 1520, cerca del Estrecho de Magallanes, cuando intentaba abrir paso a las expediciones españolas.
Luego vendrán, entre miles, el corso "Marigold", el crucero alemán "Dresden" y el tenaz "Ripplin Wave", que encalló cuatro veces en años distintos, antes de "esconderse" en el fondo del mar.
La mayoría de los naufragios ocurrieron en el Estrecho de Magallanes, hito que une el océano Atlántico con el Pacífico, la rada de Valparaíso y el archipiélago de Juan Fernández, atracadero habitual de piratas.
El corsario Francis Drake, el expedicionario Sarmiento de Gamboa, el capitán Robert Fitz Roy y Louis Bouganville recorrieron estos parajes, con más suerte que otros que resignaron su vida y riquezas.
Pocas regiones del mundo pueden exhibir tantos tesoros ocultos, y en algunos casos inaccesibles, como estas costas del sur del mundo.
Desde el descubrimiento del Estrecho de Magallanes en 1520, esta fue la ruta obligada entre Europa, América y las llamadas Indias. El flujo enorme de galeones y bergantines dejó inevitables naufragios y riquezas.
El reciente hundimiento y posterior rescate de parte de las toneladas de oro del buque "Polar Mist", en las contiguas aguas de Argentina, reabrió la vieja leyenda de los tesoros ocultos.
Las historias del oro escondido por sir Francis Drake en la herradura de Coquimbo, la leyenda de las toneladas de tesoros enterrados en la Isla de Juan Fernández y los datos de cientos de barcos provenientes de la rica Lima resucitaron la pasión de los cazadores de fortuna.
Todo avivado por una legislación que no impide la actividad, más bien la fomenta por falta de reglas.
Un buen ejemplo es el rescate del galeón español "Nuestra Señora del Buen Consejo y San Leopoldo", encontrado en 2005 y cuyo tesoro ubicado cerca de las costas del sur de Chile está valuado en unos 30 millones de dólares, que una empresa espera rentar.
Pero todo el oro del mundo, parte del cual será imposible rescatar con las tecnologías actuales, no logró superar jamás la leyenda del más austero de los naufragos del "Cinque Ports".
El inolvidable y entrañable mito del escocés Alexander Selkirk, inspirador de la primera novela inglesa, "Robinson Crusoe", del espía y comerciante Daniel Defoe.
A veces el oro lo es todo, aunque para rescatarlo haya que nadar entre ballenas, lobos marinos y pingüinos, en el fin del mundo, en la tierra que un día fue el único paso entre la Europa renacentista y el Nuevo Mundo.
Fuente: sensaciones.org
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