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Ángeles M. Obispo | Maó - El Consell insular estudia la posibilidad de instalar en el faro de Cavalleria una cámara de vigilancia con el fin de detectar movimientos de barcos que intenten posicionarse en el pecio de los siglos XVII y XVIII descubierto el año pasado por la Fundación Argo Maris y evitar así su expolio y el de otras embarcaciones hundidas en estas aguas. De momento, está previsto que el SEPRONA y el servicio de vigilancia de la reserva de la costa norte, intensifiquen las tareas de control en la zona. Incluso desde el punto de vista jurídico la máxima institución insular pretende preservar el hallazgo incluyendo en la Reserva Marina una nueva protección referida al patrimonio histórico sumergido con la declaración de Bien de Interés Cultural de la zona arqueológica subacuática del Cap de Cavalleria.
En cualquier caso, el nuevo pecio ya se ha incorporado a la carta arqueológica de Menorca que gestiona el Consell, según declaró ayer el conseller insular de Cultura y Patrimonio, Joan Lluís Torres, durante la presentación de este descubrimiento, junto al director insular de Patrimonio, Amador Marí, la portavoz de la Fundación Argo Maris, Nuria Raventós, y el arqueólogo del Ecomuseo Cap de Cavalleria, Fernando Contreras.
La prospección realizada en este pecio ha revelado la existencia de 17 cañones de hierro de dos metros de longitud cada uno y cuatro anclas de gran tamaño como ya adelantó el “Menorca”. Los restos se encuentran a unos 60 metros de profundidad en una zona alejada de la costa “fácilmente controlable”, diseminados en un área aproximada de 1.500 metros cuadrados, según muestran los más de 2.000 fotogramas cenitales con los que se ha elaborado el fotomosaico para detallar la mayor parte de los objetos y materiales descubiertos incluso restos de madera. El pecio podría ser una fragata de guerra de tamaño medio, de unos cuarenta metros de eslora, de nacionalidad aún desconocida “podría ser francés, español, holandés...” que se hundió probablemente durante una tempestad “cayó en picado”. En esta zona el Consell tiene datados 15 naufragios y aunque se desconoce si este es uno de ellos, todo apunta a que podría tratarse de un barco inédito.
La labor arqueológica realizada hasta la fecha por el equipo de arqueólogos del Ecomuseu Cap de Cavalleria fue llevada a cabo en dos campañas de dos semanas de duración en los meses de abril y agosto de este año para conocer las características del barco. Se realizaron unas 80 horas de inmersión con el apoyo altruista de los robots de inspección submarina de la Fundación Argo Maris, una entidad privada dedicada a la protección, difusión e investigación del medio marino en diferentes ámbitos y posiblemente una de las empresas de este tipo que actualmente cuenta con la tecnología más moderna para desarrollar trabajos de exploración subacuática. El proyecto de prospección también contó con el apoyo de Museo Arqueológico Nacional de Arqueología Subacuática de España de Cartagena, que destinó como técnica para supervisar los trabajos a la arqueóloga Rocío Castillo.
Hasta la fecha los trabajos en el pecio se han limitado a realizar tareas de prospección “mirar pero no tocar” y de momento el Consell descarta cualquier tipo de acción que altere el estado actual del barco hundido para evitar cambios y expolios, un sistema que en opinión de Fernando Contreras puede ser un ejemplo a seguir en el resto de España. Sin embargo, se está a la espera de conocer el informe que lleva a cabo Rex Bagerter, arqueólogo subacuático del Ecomuseo y que estará listo el próximo año para decidir cómo continuar las investigaciones. No es descartable incluso realizar alguna inmersión con buzos especializados y excavaciones para extraer muestras y ser examinadas en un laboratorio. Todo ello implicaría la búsqueda de la colaboración y la financiación necesaria por parte de organismos internacionales. El proyecto de investigación se prolongará a priori durante tres años y según lo apuntado ayer las tareas de los dos primeros quedarán limitadas sólo a trabajos de investigación. “Nuestro reto es saber el nombre del barco y su mercancía. Como arqueólogos nuestra labor es enriquecer el patrimonio de Menorca. Saber qué hacía este barco y en función de los estudios se decidirá si merece la pena después hacer algo más”, concluyó Fernando Contreras.
700 naufragios en dos siglos
El faro del Cap de Cavalleria se proyectó en 1852 y empezó a iluminar el día 1 de marzo de 1857. Desde aquel momento, la costa norte de Tramontana quedó custodiada por un faro luminoso de primera categoría que redujo drásticamente la continua sucesión de naufragios. Así lo comentó en 1888 el historiador y marino mahonés Pedro Riudavets Tudurí en sus estudios. Según él, el año anterior al levantamiento del faro, se contaron hasta ocho naufragios en la costa septentrional de Menorca.
El año 1852, en tiempo del reinado de Isabel II, el plan de alumbrado de la costa española tenía entre sus prioridades la construcción del faro del Cap de Cavalleria. Esta zona era el punto de recalada y partida de todos los barcos que desde el Estrecho de Gibraltar y la costa de África se dirigían a Francia e Italia. Según los documentos que se presentaron desde las autoridades menorquinas en Madrid para conseguir que se edificara el faro indicaban que fueron contabilizados más de 700 barcos que naufragaron entre los siglos XV y XIX en la costa norte de Menorca.
Por otra parte, los trabajos de investigación arqueológica realizados hasta la fecha en Menorca se han centrado en su mayoría en barcos hundidos de época clásica y apenas se sabe gran cosa de las embarcaciones que tuvieron el mismo destino en los años de la dominación británica y francesa entre los siglos XVII y XVIII.
ESCAFANDRA/menorcainfo
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