miércoles, 13 de octubre de 2010

NATURALEZA SARDINERA

  La verdad es que la mar es la única culpable de los destrozos producidos en Sardina (Gáldar) tras días de reboso. Cuando todo estaba técnicamente acabado, y se había sacrificado la estética para apuntalar -¡qué coña!- el muelle “del Estado”, viene la puñetera marea e inunda un restaurante, destroza mobiliario, rompe cristaleras, arranca puertas y carpintería… y desplaza dos –en plan jodelón- de los que iban a ser inamovibles dados de cemento, los de cuatro mil quilos.

Pero bien es cierto, como digo, que fue la mar la única culpable, la definitiva responsable de tal desaguisado: contraviniendo disposiciones oficiales, programaciones geográficas, estudios de despachos; transgrediendo pactos de progreso técnico –incluso tecnológico-, de rigurosos análisis topográficos, de palabras dadas, va la muy hija de su madre y llega -¡toma ya!- por el noroeste, que no tiene palabra, carajo, y no por el sur, lo que en Sardina se llama “tiempo abajo”. Cuando todo estaba previsto de una manera, tal como se había pactado de palabra, que no hicieron falta notarios, la muy femenina mar se revira e irrumpe por el otro lado, por el que no estaba previsto. Y se regodea, por más que pescadores sardineros ya habían hablado de sus caprichos y veleidades.

¿Que qué pasó? Pues lo que dice un verso de Lorca: “Aquí pasó lo de siempre”. 





Nicolás Guerra Aguiar 






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