lunes, 21 de septiembre de 2009

Noticias desde las aguas del Perú.

Nuestra historia sumergida

El Mar de Grau alberga incontables navíos desde la época colonial, relacionados por sus trágicos naufragios. Aunque el potencial subacuático peruano es incalculable, la investigación submarina aún no está desarrollada en el país.

Ningún asistente a la inauguración del dique flotante aquel 9 de octubre de 1860, imaginaba el trágico desenlace de la enorme embarcación que lucía resplandeciente sobre el mar.

A las 10 y 30 de la mañana algunos marineros daban los últimos toques de pintura mientras el presidente Castilla sonreía complacido desde el muelle de la caleta Paraíso en la isla San Lorenzo. Ministros y embajadores lo acompañaban, el evento parecía desarrollarse bien.

Después de todo, aquel prodigio de ingeniería no podía sucumbir. Infelizmente, así ocurrió. Errores de cálculo en el peso de la fragata Callao –ubicada sobre el dique– originaron el hundimiento de ambos y la muerte de las personas que se hallaban a bordo.

Investigación marina
El navío Callao fue reflotado cuatro años después, pero el dique quedó en el fondo de la caleta, olvidado hasta la posterior inspección de la zona en el 2006, gracias al proyecto de arqueología subacuática en la Isla San Lorenzo. Este trabajo es uno de los que engloba una lista de hallazgos realizados desde la época colonial, por el Instituto de Defensa del Patrimonio Cultural Subacuático (IDPCS), pionero oficial en este tipo de investigaciones en el Perú.

Con un trabajo ad honorem, los integrantes de la organización tienen el propósito de concientizar a las nuevas generaciones, mediante sus programas de capacitación, charlas y conferencias sobre la importante labor de la arqueología subacuática.

Por ello, dicha institución se encarga de elaborar los informes de relevancia histórica sobre los casos para luego presentarlos a la Comisión Nacional de Arqueología del Instituto Nacional de Cultura (INC) para su aprobación.

Arduo trabajo
Hallar la locación exacta para la investigación es como echar una moneda al aire y empezar por intuición, si no se tiene un punto exacto por donde partir. Por eso es preciso documentarse para aventurarse a la exploración subacuática. A todas esas condiciones hay que agregarle también la imprevisible situación del mar que puede variar en cuestión de horas, además de la envidiable –pero densa– riqueza de vida en nuestro mar que hace difícil la visión más allá de los dos metros de profundidad.

«No se trata de ir a jugar a Indiana Jones. Esta labor tiene un riesgo de vida, tenemos que seguir los protocolos de seguridad y tener una conciencia situacional activa. Si bajo el agua te pasa algo no puedes actuar como si estuvieras en tierra, todo resulta más complicado», explica Hugo Cussato, Jefe de Operaciones del mencionado instituto.

Lo que también preocupa a los investigadores es el desconocimiento del tema de algunas personas que realizan inescrupulosas exploraciones sin permiso y que ponen en riesgo sus vidas y el valioso patrimonio nacional. En diciembre del 2006, se reportó el hallazgo de un supuesto galeón holandés del siglo XVIII frente a las costas de Matarani (existió un error al señalar tal dato pues estos navíos existieron solo durante el siglo XVI), toda una leyenda resucitada que alentó la viva imaginación de los pobladores de la zona, quienes siempre asociaron al galeón hundido con tesoros piratas, y se aventuraron a las aguas.

Cuidado con el patrimonio
La tarea es muy compleja, pues es necesaria la supervisión de expertos profesionales en la extracción del material histórico, además es imprescindible el tratamiento químico, porque después de tanto tiempo sumergido, el mar se convierte en su medio natural.

Reflotar los pecios (así llaman a las naves que han naufragado), restaurarlos, conservarlos y ubicarlos en un museo tiene un costo tan elevado que son muy pocos los ejemplos de este tipo. Entre ellos, el imponente Mary Rose, insigne buque de guerra inglés perteneciente a la Armada Real del siglo XVI, que volvió a la superficie 437 años más tarde.

Por otro lado, no todo lo que se halla debajo del agua debe asociarse a buques y fragatas de guerra hundidos en profundidades remotas. Si el Caribe tiene sus galeones piratas con arcas atestadas de oro, el Perú tiene una maravillosa cantidad de patrimonio prehispánico inexplorado.

«Se trata de estudiar varias lagunas altoandinas utilizando un equipo de buceo especial, dadas las bajas temperaturas, e intentar probar las teorías de varios historiadores peruanos, quienes suponen que dichas lagunas eran utilizadas como lugares de peregrinación y adoración a sus divinidades.

Habrían hecho ofrendas y sacrificios», revela Rolin Acuña del IDPCS, quien además sostiene que estas investigaciones pretenden revalorizar y –por qué no– difundir una imagen emblemática del «tesoro» sin cofre sumergido en nuestras aguas.

Tucapel, la historia jamás contada
Transcurría 1911, en plena ocupación chilena en Tacna y Arica, cuando el Tucapel, un barco de transporte del país sureño -que recorría la ruta entre Valparaíso y El Callao- naufragó en las costas de Arequipa. Aunque todavía no se han hecho estudios exhaustivos sobre el tema, se presume que el accidente pudo haber sido por la densa neblina que cubría la costa peruana por la noche.

La desesperación de sus tripulantes alertó a los pescadores camanejos, quienes se apresuraron a socorrerlos. Sin duda un espectáculo entrañable, una escena de cuadro en la que chilenos y peruanos se ayudaron en medio de la indocilidad de las olas. Incluso algunos de nuestros compatriotas murieron en la hazaña.

Esta historia es relatada y está documentada por el psicólogo arequipeño Juan Carlos Gamarra Salazar, quien presentó el proyecto al Instituto de Defensa del Patrimonio Cultural Subacuático para que sea desarrollado y posteriormente explorado in situ.

Por su parte, Hugo Cusatto afirma que la búsqueda resultaría difícil porque el fragmento de la nave se hallaría en una rompiente (lugar donde las olas revientan), lo que requiere además una inversión costosa. Y aunque la historia lo merezca por ser fraternal y emotiva, el proyecto deberá esperar el respaldo económico necesario para este tipo de aventuras.

Datos
EL Instituto de Defensa del Patrimonio Cultural Subacuático (IDPCS) y el Instituto Nacional de Cultura suscribieron un Convenio de Cooperación Institucional, en noviembre de 2005.

La Ley General del Patrimonio Cultural de la Nación Nº 28296 es la única en Sudamérica que menciona el patrimonio subacuático como parte de nuestro bagaje cultural y, por lo tanto, demanda las mismas disposiciones de conservación y defensa.d


Más datos en referenciaal tema en : http://www.idpcs.org.pe/



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