lunes, 18 de enero de 2010

Si las momias hablasen

El ERE del Museo Canario, que ha dejado temporalmente sin empleo a 14 de sus 18 trabajadores, abre el debate sobre la necesidad o no de convertirlo en una institución pública

CIRA MOROTE MEDINA

Cuando el doctor Chil y Naranjo dejó consignado en su testamento que su propia casa fuera cedida al Museo Canario no pensó, seguro, que la continuidad de su creación iba a estar a expensas de los vaivenes políticos. En la sociedad aún agraria del XIX, sus fincas para "cultivos varios" eran una mina, suficiente para mantener el Museo y hacerle crecer a buen ritmo. Pero han pasado 130 años y el buque insignia de la cultura grancanaria ha presentado esta semana un expediente de regulación de empleo (ERE) temporal por la reducción de 200.000 euros en subvenciones por parte de dos de las tres administraciones públicas que lo patrocinan. Catorce de sus dieciocho empleados irán al paro por un periodo de seis meses, en los que también estarán cerrados el archivo, la biblioteca y la hemeroteca.


Estos días ha habido muchas adhesiones a la causa de los trabajadores del centro de Vegueta, y se han pedido, entre otras cosas, cambios en su estructura administrativa. Por un lado, están quienes defienden que se convierta en una Fundación, por otro, los que consideran que debería ser de titularidad pública. Pero, ¿cómo funciona el Museo Canario? ¿Cuál es su condición jurídica? ¿Qué han hecho sus responsables para intentar salvar los muebles?

"Hablamos de una sociedad científica, de una asociación. Un grupo de personas se unió el 2 de septiembre de 1879 para crear este Museo", explica Diego López, director gerente, esta semana en todos los medios, muy a su pesar. "Desde el año 1995 estamos considerados como Asociación de Utilidad Pública, lo que implica que estamos protegidos y reconocidos por la administración. Eso significa, además, que fiscalmente funcionamos como una fundación", aclara. "La diferencia está en que una fundación se crea por el legado de una persona, como pasa con la de César Manrique, y una sociedad científica la ponen en marcha varios socios".

Pero el Museo tampoco es una empresa privada, como también se ha escuchado esta semana. "Nuestras cuentas están sometidas al control del Gobierno de Canarias, más concretamente a la Dirección General de Administración Territorial, que tiene un registro y supervisa a las asociaciones y las fundaciones".

Durante décadas, los ingresos del Museo se obtenían de la gestión del legado de su fundador y benefactor, que aún sigue proporcionando alguna que otra alegría. "Las fincas en Guía ya no se arriendan para el cultivo, pero han sido expropiadas y de ahí se cobrará la correspondiente indemnización", indica López. Actualmente, los dineros del Museo Canario provienen de distintas fuentes. El grueso de las aportaciones tiene su origen en las arcas del Cabildo grancanario (69,3 %), el Gobierno autónomo, que mantiene su montante de 2009 (23 %) y el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria (7,3 %). "Muchos me preguntan por qué una entidad como la nuestra recibe subvenciones. Pues igual que lo hacen las asociaciones de vecinos, los sindicatos y muchísimos organismos e instituciones, porque el dinero público también debe servir para fomentar actividades que redunden en el desarrollo de la sociedad".

Y tanto que redunda. "Creo que cumplimos con la vocación de servicio público con la que nació la institución. Por un lado, aunque no se haya concretado con el Cabildo, hacemos la función de museo arqueológico de la isla que prevé la Ley de Patrimonio. De hecho, recibimos entre 200 y 250 cajas con materiales arqueológicos al año que guardamos en depósito para la Comunidad Autónoma. De esta manera, cumplimos con las misiones que tienen encomendadas todos los museos, que son las de conservar, exhibir, investigar y difundir", enumera López. "Por otro, está el patrimonio documental, del que es propietario el Museo y que ofrecemos a los ciudadanos de manera gratuita".

Pero Diego López quiere dejar clara otra cuestión. "En ningún caso esta sociedad científica está anquilosada en su situación. Durante años se han ofrecido distintos convenios de colaboración y concertación a las tres administraciones, sobre todo al Cabildo, sin obtener respuesta positiva". En cualquier caso, la institución no está al margen de lo público. De hecho, está estipulado desde 1973 que el Patronato, que se reúne una vez al año como mínimo, está presidido por el presidente del Cabildo, en estos momentos el historiador José Miguel Pérez. Además, en los órganos colegiados hay representantes de las tres administraciones, "siempre se les convoca, otra cosa es que asistan", dice Diego López. Pero es que para más señas, Chil dejó escrito en su testamento que sería el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria el encargado de administrar los bienes que legó al Museo. "Es una institución semipública. Yo desafío a cualquiera a que me demuestre que hay un sistema mejor en cuestión de rentabilidad, y no de rentabilidad económica, porque en cultura ése no es el caso, sino el tipo de solvencia que se mide por los visitantes que acuden en razón de cada euro que se invierte, o cuántas consultas se hacen a la hemeroteca o a la biblioteca", reta el director del Museo.

Según los datos que ha suministrado el Museo, las subvenciones suponen un 68,6 % de los ingresos totales. A ello hay que sumar las aportaciones de patronos privados y otros ayuntamientos, así como el dinero de las entradas, los socios, la tienda y otros servicios, que han llegado a alcanzar hasta un 29 % en 2009.

AMPLIACIÓN. Otro de los comentarios que se han escuchado en los cafetines estos días sobre el Museo es cómo se explica que se vayan a ampliar las instalaciones y se mande a casa a 14 trabajadores. "El presupuesto de las obras está garantizado, al menos para este año, por parte del Gobierno de Canarias y el Cabildo. Es una partida específica para ello y no se puede mezclar con la subvención para gastos corrientes", revela Diego López, que recuerda lo escrupulosa que quiere ser la junta con el testamento del filántropo. "Todo lo que procede de sus bienes se emplea en la sede actual y en acrecentar el patrimonio. Estamos seguros de que estaría orgulloso de que, a lo largo de los años, se haya completado toda la manzana para albergar un Museo renovado. El centro ha comprado cuatro casas, a las que se suman la de Gregorio Chil y otra que cedió el Gobierno de Canarias", dice López, que esboza una sonrisa cuando habla del nuevo proyecto. "Todo esto que ve vamos a cambiarlo", dice señalando la primera estancia del Museo, en el antiguo patio de la casa de Chil y Naranjo, que será la futura sala de lectura. "Este discurso expositivo está obsoleto y la idea es cambiarlo para darle a nuestros fondos el tratamiento que merecen", afirma Diego López, que propuso a la junta bajarse el sueldo estos seis meses un 20 %, medida que fue aceptada por sus miembros.

Lo que queda claro después de esta semana de dolor para el Museo es que su valor patrimonial es incontestable y que sus pasillos han visto pasar muchos políticos para hacerse la foto correspondiente. Si las momias hablasen.

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