jueves, 14 de enero de 2010

EL MUSEO CANARIO Y LA POLÍTICA CULTURAL QUE PADECEMOS

LOTHAR SIEMENS

El 'escándalo' que ha generado el cierre parcial de El Museo Canario denota que la sociedad no es insensible ante el desprecio que sufren sus emblemas culturales. Las dotaciones inamovibles que reciben ciertas asociaciones hacen que, al cabo de los años, la inflación las desvirtúe, y que por ello, al no actualizarse, tengan que apretarse cada vez más el cinturón. Pero, por añadidura, este recorte sorpresivo de las dotaciones, eso sí que es cosa nueva y escandalosa. Hace muy pocos años la consejera tinerfeña Dulce Xerach Pérez luchó y consiguió que se destinara a la cultura el 2% del presupuesto: un incremento ingente de dinero. Esto abrió las puertas a la esperanza de tiempos mejores. Y parece que ese porcentaje se ha consolidado. Pero ¿dónde está? El Gobierno Autónomo de Canarias se ha inventado para retenerlo un tinglado llamado Septenio, que se dedica a acciones culturales fuera de las Islas, en el que se mueven cantidades enormes de dinero cuyo control no está nada claro para el ciudadano. Mientras tanto, la cultura que había aquí en las Islas sigue flaca y va de mal en peor: recortes por todos lados, un Festival de Música mermado, una política cultural errática que decide gente sin cultura...


He leído en LA PROVINCIA/DLP del 13 de enero unas cuantas declaraciones que me han sorprendido. Don Antonio de Bèthencourt, admirado y querido amigo, opina que la solución del Museo pasaría por convertirlo en una Fundación, que por su naturaleza es susceptible de generar más apoyos financieros. Hay que decir que la calificación del Museo Canario como Asociación de Utilidad Pública, expediente que fue muy engorroso para conseguir tal título, lo sitúa al mismo nivel de beneficios fiscales, en cuanto a donaciones y patrocinios, que una Fundación. Pero además, conviene recordar que, por iniciativa del recordado presidente del Cabildo de Gran Canaria don Juan Pulido Castro, la asociación se integró en un Patronato (figura cercana a la Fundación) en el que participan las entidades públicas (Cabildo, Ayuntamiento de Las Palmas y, más tarde el Gobierno Autónomo), las cuales tienen derecho a mantener en la Junta de Gobierno del Museo un representante con voz y voto. En este sentido, el Museo Canario es el paradigma de la colaboración entre la iniciativa privada ciudadana que lo fundó y las instituciones públicas, una fórmula magnífica de gestión mixta que debería ser un ejemplo... si funcionara. Porque lo cierto es que las instituciones poca atención prestan a su ventaja. Para lo público, el Museo lleva consigo el pecado original de ser "privado", y no es exactamente así.


Otra declaración que me ha llamado la atención es la de mi amigo Alberto Anaya, que dice que "hace falta más presencia pública en el Museo" para que estas cosas no ocurran. Supongo que se refiere a que los representantes de las instituciones no se lo toman en serio, o que lo que ven y oyen en las juntas y cuentan luego en las instituciones que representan no merece el menor caso. Porque la verdad es que la gestión pública pura de los centros culturales que poseen las instituciones deja también mucho que desear: no prosperan, malviven. La red de casas-museo del Cabildo de Gran Canaria es un buen ejemplo de menosprecio hacia la labor de quienes en ellas trabajan, de raquitismo presupuestario y de miopía para crecer, innovarse, enganchar a la sociedad... ¡Lo que sería de la Casa de Colón si a sus gestores se les pusieran en la mano los medios para realizar los muchos proyectos que tienen!


¿Y qué decir de la gestión del Ayuntamiento con 'su' Museo de Néstor? Un desastre, que se maquilla con el dinamismo de su inteligente director, que haciendo de tripas corazón es capaz de sacar aceite de las piedras del barranco.


¿Para qué contarles? Presumen nuestras instituciones, especialmente el Cabildo, de tener una red de museos, y resulta que ninguna es museo, sino que todas son casas de cultura pobres o grandes centros de exposiciones temporales. La riqueza que puedan tener es el valor intelectual y humano de quienes están en ellas. Hasta Jerónimo Saavedra ha dicho públicamente que es una vergüenza que esta ciudad carezca a estas alturas de un museo canario de las bellas artes, donde se exhiba la obra de nuestros pintores y escultores. Esto sí que sería un proyecto que interesaría a la ciudad y a los visitantes. Pero no sé qué maldición tiene la idea, que aun teniendo el Cabildo una espléndida colección de arte canario, no aborda de una vez por todas la instalación de un verdadero Museo con esos fondos.


El Museo Canario tiene una hoja de ruta trazada, y camina inexorablemente hacia sus objetivos. Lentamente, no cabe duda, pero sin descanso. Si ya es un verdadero Museo referencial de la cultura canaria, defectuosamente instalado por ahora, llegará el día en que alcance su meta y hará que todos los canarios de todas las islas nos sintamos más orgullosos de él. Porque ha de saberse que, entre los 400 socios de apoyo (una gran minoría de patriotas) que tiene, un buen porcentaje lo son de Tenerife y de otras Islas. El Museo colabora estrechamente con las dos universidades, aunque sin dejar que le pisen los callos (y yo me entiendo cuando digo esto), y efectivamente, como dice también mi primo Sergio Millares, no sólo es una iniciativa privada, sino que "hablamos de un servicio público". Esa dimensión de "servicio público" a las universidades, a los investigadores, a los lectores de a pie, a los curiosos de la Historia, a los escolares que lo visitan a diario, es lo que justifica que las instituciones públicas le financien una dimensión estructural que permita atender toda esa demanda "pública". Si, como ahora, cierran a medias el grifo de esa financiación, hay que reducir estructura y eliminar servicios públicos, eso es de cajón, y hay que entenderlo.


Desde mi época de presidente del Museo, en la década de los noventa, me afané porque el Museo acrecentara su autonomía financiera, que era de un 10% y ahora raya el 25%. Debe seguir creciendo en esa dirección, dado que lo "público" es una incertidumbre no sólo para el Museo Canario sino también para los propios centros culturales púbicos de las instituciones. Desde siempre he percibido que, en la política, la cultura se traduce en 'tinglados' efímeros y en la creación de herramientas para manipular al pueblo y a la opinión. Siento al Museo Canario como mi casa, porque es una entidad limpia, y que también ha sido objeto de infructuosas 'opas' hostiles para manipularlo y para ahogarlo: la opinión pública y los medios de comunicación siempre han salido en su defensa, como no puede ser de otra manera. Después de tantas penurias no estamos peor que antes. Cortan parte de las subvenciones: 14 empleados van al paro temporal, y lo que no cobran del Museo lo cobran del Estado por otra vía, la del paro. ¿Qué negocio ha hecho lo "público" ahogando a las asociaciones culturales? ¿Provocar más parados para que cobren por otro lado, a costa de parar servicios y oferta cultural? ¡No te lo pierdas, Manué! Creo que los canarios nos merecemos otro respeto y más inteligencia gestora. Lo digo y lo sostengo.

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